Un sentido para el sentimiento
Una de las lecciones más tristes que he tenido que aprender ha sido reconocer que los sentimientos no son siempre correspondidos. No siempre amas a quien te ama, ni te rechaza a quien rechazas, ni te ignora a quien ignoras. La lección es desalentadora sobretodo porque concluye que lo único cierto es la incertidumbre. Cuántos corazones rotos, cuánto despecho, cuanto malentendido nos hubiese ahorrado la madre naturaleza si nos hubiese regalado con más señales fÃsicas incontrolables que traicionasen el silencio o aclarasen la confusión que tantas veces creamos con palabras y gestos. Porqué, siendo tan clara la evidencia de la pasión, no hemos desarrollado también un chivato natural – y común a toda la raza humana- de nuestros sentimientos?
La respuesta puede estar en que -a pesar de muchos- seguimos siendo animales y como animales nuestro cuerpo responde a necesidades primarias. El sentimiento y la lógica que lo sujeta, aunque motores de la evolución cultural, apenas han intervenido en nuestra evolución biológica.
De allà que nuestro cuerpo, pobre, apenas sepa contener el espÃritu que se debate entre la razón y el corazón y más de una vez la pasión, el animal que todos llevamos dentro, retome el control que es suyo según las leyes escritas en nuestros genes.
A lo largo de la evolución cultural el animal racional que somos ha aprendido a canalizar la pasión hacia el arte y la ciencia. La pasión asà atemperada se transformó en sentimiento que un dÃa el espÃritu mezcló con filosofÃa y nació la poesÃa. El control del sentimiento por la palabra. Ni mal… ni bien. Yo misma apenas se sentir sin pensar… pero mi pequeña venganza contra mi yo racional es que pierdo deliciosamente el tiempo pensando en ello.
En fin, si en algún lugar de nuestra corta historia mutamos pasión en sentimiento es lógico que nuestro cuerpo, pobre, perdiese el compás y nos quedásemos sin sentido para el sentimiento.
Tana